(...) —Espera, toma esto –le dijo Viktor acercándose a ella y le ofreció un pañuelo.
—Gracias –le dijo Annika en un susurro, desconcertada por la amabilidad repentina de Viktor mientras se inclinaba para recibir el pañuelo que él le entregaba.
Pero Viktor no se lo entregó. En vez de eso, dejó su copa sobre la mesa y se inclinó hacia Annika, donde con mucho cuidado comenzó a limpiarle las manchas de sangre. Ella lo observaba fijamente en una especie de shock, sorprendida, ya que jamás pensó o llegó a imaginar que Viktor se iba a comportar de esa manera con ella después de todo lo que le había hecho tiempo atrás. Cuando terminó de limpiarle los labios, Annika creyó ver la sombra de una sonrisa en el rostro de Viktor, pero de eso no estaba segura. Aun así, antes de que él se apartara, y en un acto impulsivo, Annika tomó la mano con la cual él sostenía el pañuelo y le dijo.