(...) Ambos se quedaron en silencio por un largo rato hasta que Kristoff recordó el sueño y preocupación de Viktor cuando despertó esa noche. Su hermano aún no le aclaraba el asunto del supuesto embarazo de Annika, así que ahora debería hacerlo. No dejaría ese tema sin tocar ya que lo intrigaba demasiado como para dejar que cayera en el olvido.
—Viktor, ¿cuándo planeabas explicarme lo del embarazo de Annika? –le preguntó Kristoff—. ¿Es cierto o tú te lo estás inventando?
—¡Claro que es cierto! –respondió Viktor dejando de ver hacia las llamas para fijar la vista en su hermano—. ¿Qué? ¿Acaso creías que mentía?
—Pero entonces, ¿cómo…?
—No seas idiota –le reprochó Kris mirándolo serio—. Ya sé cómo. A lo que me refiero es a cómo es que tú lo sabes. Ella cuando salió de aquí y cuando Ville se la llevó del castillo no tenía señales de nada, bueno… solo tu esencia rodeándola como un aura que por cierto aún no se le quita.
—Y ni lo hará. No hasta que el pequeño nazca. Digamos que es un pequeño regalo que le hice a Ville –dijo Viktor y comenzó a reír con maldad.
—Tú planeas utilizar a ese pequeño para hacerle más daño a Ville y a Annika, ¿no es así? –le preguntó Kristoff.
—Y él es solo el principio de todo lo que tengo planeado, Kris. Esta vez le haré pagar a Ville todas y cada una de las que me debe. Deseará nunca haber aparecido por aquí y maldecirá el día en que me arrebató a mi hermoso fénix.
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